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El deporte no solo se trata de gloria y títulos; para algunos, también ha sido la llave a fortunas inimaginables. Detrás de cada contrato récord y patrocinio multimillonario, hay historias de talento, estrategia y, en muchos casos, un instinto nato para los negocios. Acompáñanos en este recorrido por las estrellas que, año tras año, dominaron la cima de los ingresos en el mundo del deporte.
A finales de los 80, Michael Jordan ya era un fenómeno en la NBA, pero fue en los 90 cuando su imperio despegó. Tras llevar a los Chicago Bulls a su primer campeonato en 1991, la leyenda de "His Airness" creció exponencialmente. Sin embargo, lo que realmente transformó su fortuna no fue solo el baloncesto, sino su asociación con Nike.
El contrato con la marca del "Swoosh" se convirtió en un antes y un después para el marketing deportivo. Jordan no solo firmó acuerdos publicitarios, sino que creó un legado con su propia línea de zapatillas, que sigue generando millones décadas después. En 1997, su salario en los Bulls alcanzó una cifra sin precedentes en la NBA, pero comparado con lo que ganaba fuera de la cancha, era apenas la punta del iceberg.
El golf siempre había sido un deporte elitista, pero nadie lo convirtió en un espectáculo global como Tiger Woods. En 1997, con apenas 21 años, ganó su primer Masters de Augusta y, con ello, selló un contrato publicitario que cambió las reglas del juego.
A lo largo de los 2000, Woods dominó los campos de golf con una precisión quirúrgica, acumulando trofeos y contratos que lo convirtieron en el primer atleta en firmar acuerdos que se extendían por décadas. Su imagen, su disciplina y su exclusividad en eventos lo mantuvieron en la cima de los ingresos durante años, a pesar de los altibajos personales que enfrentó después.
Si hay alguien que entendió cómo hacer dinero con el deporte, ese fue Floyd Mayweather. Apodado "Money", su estrategia era simple pero brillante: ser su propio promotor. Mientras otros boxeadores dependían de empresas que se llevaban una parte del pastel, Mayweather fundó su propia compañía y empezó a negociar directamente con cadenas de televisión y patrocinadores.
Su pelea contra Manny Pacquiao en 2015 fue el evento de pago por visión más rentable de la historia, y su combate de exhibición contra Conor McGregor en 2017 fue una obra maestra del marketing. Mayweather no solo ganaba en el ring, sino que sabía cuándo y con quién pelear para maximizar sus ingresos.
Mientras el boxeo y el golf seguían generando cifras impresionantes, el fútbol vio el ascenso de dos gigantes que no solo dominaron los estadios, sino también el mundo de los negocios: Lionel Messi y Cristiano Ronaldo.
Desde sus primeros contratos millonarios con Barcelona y Manchester United, hasta sus traspasos históricos al PSG y Al-Nassr, ambos supieron capitalizar su éxito. Messi, con su fidelidad a pocas marcas pero con contratos exclusivos; Cristiano, con su capacidad para hacer de su imagen una máquina de generar ingresos en redes sociales. Ambos se convirtieron en los embajadores perfectos para patrocinadores de lujo, ropa deportiva y hasta hoteles.
En la actualidad, el panorama está cambiando. El fútbol sigue generando fortunas, pero nuevos deportes han entrado en escena. Conor McGregor demostró que las artes marciales mixtas también pueden generar ingresos de locura, mientras que los eSports están empezando a convertir a los gamers en multimillonarios.
El negocio del deporte sigue evolucionando, pero hay algo que nunca cambia: el talento dentro de la cancha es solo una parte del juego. Saber cómo venderlo, aprovechar la imagen y construir un legado comercial es lo que realmente separa a los grandes de las leyendas.
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